McSorley’s Old Ale House: Donde la música, el cine, el arte y los toros se encuentran

Por Cisco Fran

Los Hermanos Coen suelen apuntar bien y, casi siempre, acertar. En su película de 2013 Inside Llewyn Davis, urden una brillante trama sobre un cantante folk en el inicio de la década de los años sesenta del pasado siglo, cuando la explosión del revival folk anegó las calles y garitos del neoyorquino Greenwich Village. Gran parte de la inspiración necesaria para la creación del personaje del desafortunado Llewyn Davis, interpretado por Oscar Isaac, vino de la autobiografía de Dave Van Ronk: The Mayor of McDougal Street. En las escenas de la película desfilan personajes que remiten, de forma inequívoca a artistas folk como Tom Paxton, Clancy Brothers, Peter, Paul and Mary o Bob Dylan. Se recrean portadas de discos de la época, debidamente modificadas para que tengan coherencia con los personajes de la película. En la portada del disco homónimo al título de la película, Inside Llewyn Davis, los Coen recrean la de un disco de Dave Van Ronk: Inside Dave Van Ronk.

 Inside Llewyn Davis Dave Van Ronk

Interesantísima portada por razones nada musicales. Lo que realmente nos interesa de ella es el lugar emblemático donde se tomó la foto de la portada, Dave Van Ronk y gatito incluidos. McSorley’s Old Ale House, en 15 East 7th Street, es la más antigua entre las tabernas irlandesas de la ciudad de Nueva York. Más allá de las razones evidentes por las que un local tan antiguo nos puede llamar la atención hay algunas razones más que la convierten en un lugar entrañable. ¡Pasen y lean!

            La
primera vez que entré en ella pensé que había tenido mucha suerte. La razón era
que pedí una cerveza y me trajeron dos. La Hora feliz, pensé. ¡Qué bien haber
venido, sin pensarlo, justo en ese momento de reclamo comercial! Error. La
tradición en McSorley’s es que pides una cerveza, lager, ale o stout (sin más
detalle) y te la sirven en dos vasos. ¿Por qué? No he logrado saberlo nunca, a
pesar de haberlo preguntado repetidas veces. Otro detalle interesante es su
snack clásico: galletitas cracker, queso y cebolla cruda. Así, a las bravas.
Las paredes están repletas de cuadros, retratos, fotografías, escritos o cromos
de boxeadores, el piso de madera suele tener serrín para que la cerveza
derramada no provoque la caída de algún cliente, los baños son verdaderas
reliquias previas al crack del 29 y la limpieza del local una asignatura
pendiente hasta que el departamento de sanidad de la ciudad, en 2004, les
obligó a limpiar su bien más preciado: una lámpara de gas que albergaba polvo
acumulado durante décadas, además de los huesos de los deseos de pavos del Día
de Acción de Gracias. La barra de latón es la original, aunque hace unos años
tuvo que ser restaurada porque las vigas de madera que la sustentaban al piso
inferior habían empezado a dar señales del paso del tiempo y a dejar de
sustentar el peso como lo hicieran anteriormente.

Lámpara de latón

 Por si esto fuera poco, aún quedan más sorpresas, para mí una que me resultó fascinante. Uno de los camareros llama la atención por su rubicunda imagen, pelirrojo con coleta, barba vikinga, ojos azules, simpático y hablador. Cuando lo conocí, él me identificó fácilmente como español tras pedirle un par de cervezas. Acto seguido empezó a hablar en un oxidado castellano, con cierto acento andaluz. Me dijo: “Me llamo Gregorio, Gregorio de la Haba”. Por un instante pensé que era un tío con muy buen humor, bromista, probablemente un español o hijo de españoles que había olvidado bastante del idioma paterno, pero me equivocaba; realmente ése es su nombre y ésta su historia. Su padre, cordobés, emigró y en Puerto Rico conoció a una irlandesa con la que se casó. El padre era miembro de una estirpe de toreros cordobeses, los De La Haba, y pelirrojo, de ahí el aspecto de nuestro camarero favorito. Para que la sorpresa no dejara de serlo, Gregorio realmente es Gregory De La Haba, graduado en Arte en la prestigiosa Universidad de Harvard, artista plástico con obra y marchante holandesa y cabeza pensante de Bodega De La Haba, una iniciativa cultural que promueve todo tipo de actos y performances en la ciudad. Al acabar su relato tuve que pedirme otra ronda, pensé que la ciudad alberga tantas historias que si uno pudiera sentarse a escribirlas necesitaría que la eternidad le estuviera asegurada.

Así que ya saben, si van a McSorley’s Old Ale House saluden a Gregory  de la Haba de mi parte.

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