Taylor Hawkins (1972-2022)

Algo se muere en el alma

Hace unos días conocíamos la triste noticia del fallecimiento de Taylor Hawkins, el batería de la banda estadounidense Foo Fighters. La noticia corría como la pólvora no solamente en las redes sociales, sino también en diarios generalistas como ABC, El País o El Mundo, o medios más diversos como Hola!, Telecinco, la Revista Semana o Diez Minutos. Incluso el diario Marca, un medio dedicado al mundo deportivo, se hacía eco de la noticia.

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Primera sorpresa: como una (triste) noticia relacionada con el mundo del rock ha podido traspasar todas las fronteras y salir en medios de todo el mundo, en todos los idiomas, dándole la vuelta al planeta. Segunda sorpresa: era un batería/baterista (la eterna controversia entre cuál es la denominación correcta, la RAE admite las dos) y no un frontman como los cantantes/guitarristas o incluso bajistas, que son los más recordados siempre por razones obvias. Y las consecuencias inmediatas no tardaron: la banda cancela la gira. No alcanzo a imaginar la “movida” que se lía cuando a una banda tan popular y con un alcance y recorrido tan exitoso se ve en esta tesitura: los agentes, representantes, agencias hechos polvo enganchados a sus smartphones intentando controlar la narrativa, los fans locales hechos polvo por haber perdido la oportunidad… todo el mundo hecho polvo, pero sobre todo la banda, los músicos, encerrados en la habitación del hotel entre la negación y la depresión, intentando manejar cómo sobrellevar algo así. Una banda es un cuerpo, y cuando se muere un miembro como si te amputaran un brazo o una pierna: te quedas cojo o manco, te sierran el hombro o la ingle, y ya no tienes ganas de hacer nada más.

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Si algo tenía Foo Fighters, con el Dave Grohl mito convertido ya en leyenda tras su trayectoria con Nirvana, era que transmitían colegueo, eran, entre otras cosas, el buenrollismo musical personificado: risas todo el rato, chistes, bromas, videoclips hilarantes, disfraces, fiestas… todo lo que cualquier músico de medio pelo aspira a tener algún día en su banda, nada más y nada menos que ser amigos. Por eso Dave Grohl y el resto de componentes de la banda tienen que estar muriéndose de pena y de rabia, porque esa alegría se ha ido. La alegría, que era el motor de la banda (sino el principal, uno de los más importantes) se ha ido, y cuando la alegría se va y encima lo hace en una caja de pino sabes que estás herido para siempre. Podrás dejarlo o no, quizá recuperarte y encontrar a otro que intente sustituir lo que has perdido, cambiarte el nombre incluso, cambiar el estilo si acaso, pero nunca será lo mismo. Es lo que tiene la muerte, que es como una apisonadora que te devasta por dentro y te deja seco. Ya lo decía la famosa copla sevillana de Manuel Garrido, “Algo se muere en el alma cuando un amigo se va”.

Yo tenía las entradas para el concierto de Valencia, nunca los había visto, y ya sabes, eso de “no me quiero morir sin ver a…”. Pues va y yo no me he muerto, se ha muerto él, Taylor Hawkins, nunca le vi en directo y nunca lo veré. Me gustaba ver su cara en las fotos o en los vídeos, siempre parecía feliz, con su sonrisa deslumbrante, con ese cachondeo que tanto magnetismo tiene, me gustaban sus temas, me gustaba todo lo que representaba, el éxito aparentemente bien llevado, la respetabilidad, el reconocimiento, las buenas canciones, el orgullo de tener una banda de rock. Y todos los que admirábamos eso nos hemos quedado un poquito huérfanos también.

LOS ANGELES, CA - JANUARY 16: Taylor Hawkins & The Coattail Riders perform at Guitar Center's 27th Annual Drum-Off at Club Nokia on January 16, 2016 in Los Angeles, California. (Photo by Ashley Beliveau/Getty Images)

Cuando un músico se muere, el mundo de la música tiene que reponerse a eso, a que cada vez quedan menos músicos de verdad y menos grupos de rock referentes y una muerte no es solamente una muerte, es una pérdida a ese gran patrimonio que es la música, que se va menoscabando sin que aparentemente haya un relevo ajeno a la “música urbana” (lo que sea que eso signifique) y las grandes bandas de rock empiezan a ser algo que podría denominarse vintage. Algo se está muriendo en la música desde hace tiempo, sin que nos demos cuenta, por eso esa pérdida, si ya era triste por la persona, es más triste por el música, porque algo se muere en el alma de la música cuando un músico se va.

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Vanessa Prado

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